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Mural homenaje a

María Ester Tommasi

Docente y Asistente Social, Detenida Desaparecida el 6 de marzo de 1976.

El nombre de María Ester fue elegido por la Comunidad educativa del Instituto Superior de Formación Docente y Técnica N°53 de Glew.

30 mil Detenidas y Detenidos Desaparecidos

PRESENTES AHORA Y SIEMPRE!!!!

 

Intervención realizada durante el mes de diciembre de 2022

Cerámicas de descarte – Azulejos – Azulejos pintados

Por fin en abril de 1972 María Ester Tommasi conseguía una suplencia anual,  y no ya de  pocas semanas como sus designaciones anteriores, en la  Escuela 33 del barrio Rayo de Sol, en Longchamps. Esta primera experiencia docente con continuidad le fue mostrando un mundo desconocido y fascinante. A los veinte años de pronto todo comenzó a ser más estable y permitía planificar, construir con cierta proyección. Sus alumnos, sus compañeras, su lugar de trabajo se consolidaban.

Sin embargo, al mismo tiempo, esta sostenida cotidianeidad le fue mostrando que los límites del aula eran mucho más estrechos que lo que ella había imaginado y las tizas se iban consumiendo unas tras otras, día tras día, mientras los chicos y la escuela siempre estaban igual. Había que ir tal vez más lejos, a los barrios y las casas, para tratar de entender mejor la vida diaria de esas niñas y niños y así tener más elementos para actuar sobre su realidad.

Callada e introvertida, su carácter sereno y reservado dejaba entrever una personalidad en constante reflexión sobre su lugar y su  tarea en una sociedad que mostraba señales de aspirar a cambios profundos.

Esa búsqueda la llevó a estudiar Trabajo Social en el Luis Vives de Lanús, deseosa de encontrar eso que faltaba y que no sabía aún definir.

Mientras languidecía el gobierno de Lanusse y aún no se había secado la sangre derramada en Trelew, la primavera del ’72 parecía sepultar a la última dictadura de la historia.

En ese vertiginoso proceso de cambio nacional y personal  había tanto por hacer y descubrir, tanto por fundar, que el tiempo no alcanzaba. Quizás, sin que nadie se diera cuenta, los días comenzaron a durar menos, mientras se amontonaban las preguntas nuevas.

En este contexto parece más que oportuna aquella visita al planetario con las compañeras de la 33, largamente planificada, que realizaron por fin el 27 de septiembre. La mayoría de esos  nenes y nenas de 9 o 10 años  nunca había salido de su barrio, de modo que aquel viaje hasta la Capital superaba las hazañas de Gagarin y Armstrong: Lomas, Lanús y Avellaneda podían parecer Marte, Júpiter y Saturno conquistados uno a uno camino a salir del sistema.

En esos días exhibían una curiosa función que explicaba cómo la estrella Antares, la más brillante en la constelación de Escorpio, se podía confundir fácilmente con Marte. Su color naranja-rojizo, su brillo e intensidad similares solían engañar a los seres humanos desde tiempos remotos.

Así, la revolución parecía estar en la cuadra siguiente. ¿Parecía estar o realmente estaba? Luego de tanto y tanto camino, apenas faltaba recorrer unos cuantos metros más. De ese modo lo sentían miles de jóvenes y no sólo por Cámpora hacia el gobierno y Perón hacia el poder, sino por el universo infinito.

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